La visión de The Guardian sobre la política del agua en Europa: una nueva línea divisoria

Oct 07, 2023

A medida que la sequía se convierte en la norma, es necesario encontrar soluciones creativas para hacer frente a una realidad nueva y reseca

En abril, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, sugirió que la grave sequía se convertiría en “uno de los debates políticos y territoriales centrales de nuestro país en los próximos años”. Esa cruda advertencia seguramente se aplica al sur de Europa en su conjunto, mientras se vislumbra la perspectiva de otra crisis de verano, luego de un invierno desastrosamente seco.

La ausencia de nieve derretida en los Alpes ha dejado al río Po en Italia tan poco profundo como durante el abrasador verano del año pasado. En enero y febrero, Francia registró el mayor número de días sin lluvia desde que comenzaron los registros, y existen restricciones de agua en la región de los Pirineos Orientales. Alrededor del 90% del Portugal continental sufre una sequía, considerada grave en una quinta parte del país. En España, desde Cataluña hasta Andalucía, el calor fuera de temporada ha contribuido al secado de los embalses y a una caída desastrosa en la producción de aceite de oliva. A mediados de este mes, el sur de España apenas había recibido el 30% de las precipitaciones previstas. A medida que las temperaturas siguen aumentando y Europa se calienta más rápido que el promedio mundial, la sequía en vastas extensiones de territorio simplemente se está convirtiendo en la norma.

Hay medidas obvias que se pueden tomar para aliviar la escasez de agua. Una cuarta parte del agua potable en Europa se pierde debido a fugas en las tuberías. En Italia –uno de los peores infractores en este sentido– se ha creado un grupo de trabajo sobre la sequía para mejorar la infraestructura hídrica. En Francia, Emmanuel Macron fijó un objetivo de ahorro de agua del 10% para todos los sectores de la economía para 2030 y exigió una reutilización mucho mayor de las aguas residuales. Nuevas técnicas de desalinización de bajo consumo energético serán clave para garantizar el suministro futuro de agua para consumo humano.

Sin embargo, no existe ninguna solución técnica previsible que permita eludir decisiones difíciles sobre un recurso cada vez más escaso. La política de una realidad nueva y árida será tensa y cuestionada, particularmente en relación con la producción de alimentos en terrenos transformados. En Francia, los planes para construir nuevos embalses para irrigar tierras de cultivo han provocado enfrentamientos violentos entre la policía y manifestantes ambientalistas, quienes argumentan que las prácticas agrícolas deben consumir menos agua.

En Andalucía, las propuestas regionales para legalizar el riego en parte del Espacio Natural de Doñana –uno de los humedales más importantes del mundo– se han convertido en un tema de discusión antes de las elecciones locales de este fin de semana. Vox, un partido de extrema derecha que ha logrado avances políticos restando importancia a la gravedad de la emergencia climática, se ha posicionado como defensor de los agricultores de fresas que se beneficiarían de los planes. En Sevilla, miles de personas se han manifestado contra el proyecto, que ha sido condenado tanto por Madrid como por la Comisión Europea.

El calentamiento global eventualmente obligará a las economías rurales como las de Andalucía a diversificarse para sobrevivir. Para lograrlo, necesitarán una ayuda sustancial tanto de los gobiernos nacionales como de la Unión Europea. Es necesario hacer más para ayudar a quienes se encuentran al final de una crisis emergente de producción agrícola. La ausencia de un apoyo económico adecuado generará un resentimiento peligroso en regiones que tradicionalmente se han enorgullecido de satisfacer las necesidades de frutas, verduras y cereales de Europa.

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En una era definida por agitaciones geopolíticas, económicas y climáticas, la política del agua representa otro desafío formidable. Para afrontarlo se requiere una política sofisticada y empática, que equilibre las preocupaciones por la seguridad alimentaria, los medios de vida rurales y los imperativos ambientales.